La yerba mate como
cultivo poblador: desde la decadencia de los yerbales nativos al auge de los
yerbales implantados
LAURA
MABEL ZANG
Secretaría
de Investigación y Posgrado, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales – Universidad
Nacional de Misiones / Conicet
lauramabelzang@yahoo.com.ar
Resumen. Desde
las políticas tendientes a lograr la preservación de los yerbales nativos en la
segunda mitad del siglo XIX hasta la difusión de los yerbales implantados a
comienzos del siglo XX, el proceso colonizador de la actual provincia argentina
de Misiones estuvo estrechamente vinculado a la yerba mate. Después de la
Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), el Estado nacional comenzó a tener
mayor conciencia sobre la ubicación estratégica de Misiones y un mayor
conocimiento acerca de las riquezas en recursos naturales que poseía; esta
situación desembocó en la creación del Territorio Nacional de Misiones en el
año 1881 y en la implementación de políticas estatales tendientes a poblar el
espacio a partir del arribo de inmigrantes europeos.
Palabras clave: territorio
nacional; federalización; inmigración; yerba mate.
Yerba mate as a population crop: From the decline of native herbs to the rise of implanted herbsAbstract. From the policies aimed at the preservation of native herbs in the second half of the nineteenth century to the dissemination of the grassroots implanted at the beginning of the twentieth century, the colonization process of the current Argentine province of Misiones was closely linked to yerba mate. After the War of the Triple Alliance (1865-1870), the national State began to have greater awareness about the strategic location of Missions and greater knowledge about the wealth of natural resources it possessed. This situation led to the creation of the National Territory of Missions in 1881 and the implementation of state policies tending to populate the space from the arrival of European immigrants.
Keywords: National territory; federalization;
immigration; yerba mate.
Introducción
En la segunda mitad del siglo XIX, el país comenzó un
proceso de organización con vistas a perfilarse como nación. La inserción de
Argentina en el mercado mundial y su participación dentro de la división
internacional del trabajo, la creación de un aparato burocrático centralizado y
la sanción de la Constitución nacional, la delimitación fronteriza con países
contiguos, el poblamiento del territorio con inmigrantes y la búsqueda de
homogeneidad cultural con la formación de un país compuesto por «blancos»
fueron componentes de dicho proceso. En este contexto, la libre circulación de
ríos y la fijación de límites internacionales en un escenario de grandes
cambios operados en la estructura económica mundial cumplieron un rol
prioritario en la conformación de un sentimiento nacional.
Durante este gran período, el territorio de Misiones fue
un escenario de fuertes disputas tanto con los Estados fronterizos como con los
sectores dirigentes de provincias vecinas. Después de la Guerra de la Triple
Alianza o Guerra del Paraguay (1865-1870) –que enfrentó a Argentina, Brasil y
Uruguay, contra Paraguay–, el país comenzó a tener mayor conciencia sobre la
ubicación estratégica del territorio misionero y un mayor conocimiento acerca
de la gran riqueza en recursos naturales. Esta situación condujo
inexorablemente hacia la federalización de Misiones hacia 1881 –proceso que,
como veremos, no estuvo exento de conflictividad–, y la preocupación del grupo
gobernante estuvo centrada entonces en impulsar el poblamiento del espacio a
partir del arribo de colonos europeos. La yerba mate fue un producto clave en
toda esta etapa, tanto en su explotación en los centros obrajeros como a partir
de la difusión de los yerbales de cultivo.
Plantear un abordaje de tipo regionalista[1] «permite observar más acabadamente los contactos entre
los países, superando los límites y recuperando la idea de frontera como espacio
social de interacción» (Bandieri & Reichel, 2012, p. 16). Para Eric Van Young
(1987), el concepto de región entraña «la “espacialización” de una relación
económica. Una definición funcional muy simple sería la de un espacio
geográfico con una frontera que lo delimita»; sin embargo, esta no
necesariamente es «impermeable y, por otro, no es necesariamente congruente con
las divisiones políticas o administrativas más familiares y fácilmente
identificables, o aun con los rasgos topográficos».
El trabajo está organizado en dos apartados: el primero
de ellos contextualiza la situación económica, política, militar y sobre todo
fronteriza de Misiones durante el siglo XIX desde la ocupación correntina hasta
la creación del Territorio Nacional de Misiones (1881) y las consecuencias
inmediatas de este proceso; el segundo analiza la ejecución de políticas
tendientes al poblamiento del espacio y la configuración de la yerba mate como
cultivo colonizador.
1. Corrientes en Misiones: desde la
ocupación a la conformación de latifundios
Con la suscripción del Acuerdo del Cuadrilátero por
las provincias de Buenos Aires, Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe en 1822, se
reconoció la autonomía de Misiones y se fijaron «sus límites con Corrientes a lo largo del río
Miriñay y su prolongación hacia el norte hasta la Tranquera de Loreto (actual
Ituzaingó)» (Bressan, 2017, p. 76);
al mismo tiempo, el acuerdo reconoció el derecho de Misiones de instaurar su
propio gobierno y estableció la posibilidad de que, en casos de necesidad,
pidiera protección a alguna de las provincias firmantes. De este modo, en 1822
la provincia de Santa Fe asumió el resguardo de este territorio a pedido de las
autoridades misioneras; sin embargo, este «protectorado» santafecino nunca
fue efectivo pues los gobernantes de Entre Ríos y Corrientes «no
reconocían la autonomía política de Misiones, menos aún su carácter institucional
de Provincia» (Levington & Snihur, 2011, p. 83).
En este escenario, Corrientes
siguió con la política de ocupación de las tierras que anteriormente
pertenecieron a la Provincia Jesuítica de Misiones; las incursiones de
paraguayos y brasileños también fueron una constante. Ante esta situación, en
1832, la Sala de Representantes de
Corrientes ejecutó un decreto que ya había sido emitido en 1814 por el Director
Supremo Gervasio Antonio de Posadas[2]; a través de este,
la provincia dispuso la
disolución de Misiones como territorio autónomo y la inmediata incorporación a
sus dependencias. Los nuevos límites definidos de este modo fueron, en el oeste
y en el norte, el río Paraná; al este, el río Uruguay; y al sur, «una línea imaginaria desde las nacientes del
Mocoretá hasta el arroyo Curuzú Cuatiá» hasta su desembocadura en el río
Miriñay (Poenitz & Poenitz, 1998, p. 246).
En la segunda mitad
del siglo XIX, un hito muy importante en la historia de Misiones fue la Guerra
de la Triple Alianza. La ruptura de las
relaciones diplomáticas y la declaración de guerra entre los países
beligerantes propiciaron un cuestionamiento de la identidad de las provincias
más cercanas a Paraguay, que implicó una tensión entre los criterios de
nacionalidad sostenidos desde Buenos Aires y los de la proximidad espacial y
cultural a Paraguay. En este sentido, el conflicto bélico no solo supuso el
enfrentamiento armado de los países contendientes, sino también una
confrontación mucho más sutil que puede ser enmarcada en el plano de las ideas.
Las constantes incursiones de tropas por el
territorio de Misiones durante la Guerra de la Triple Alianza y la
consolidación de un importante sector de comerciantes a raíz del conflicto
bélico permitieron la dinamización de dicho espacio y su valorización dado el
creciente conocimiento que se tuvo acerca de los recursos que este albergaba.
En esta situación, y ante el temor de que las riquezas misioneras fueran
explotadas por los brasileños, el Gobierno de Corrientes afianzó aún más su
deseo de incorporar definitivamente a Misiones dentro de su provincia. De este
modo, con la finalización de la Guerra de la Triple Alianza en 1870, se impulsó
«una política de fundación de pueblos combinada
con el desarrollo de proyectos de infraestructura para la comunicación y el
transporte»; con ese objetivo, se construyeron nuevas líneas férreas y se
incorporó de manera más regular el transporte fluvial por el Alto Paraná
(Bressan, 2017, p. 76).
La necesidad de regularizar la situación
jurídica de Misiones, sin embargo, fue un tema candente entre el Gobierno
nacional y la provincia de Corrientes. En efecto, tras la sanción de la Ley de
Inmigración y Colonización N.º 817 en 1876 –conocida como Ley Avellaneda–, se
reconoció a Misiones como parte de los territorios disponibles dentro de la
nación para ser colonizados. Sobre la base del artículo 13.º de la Constitución
Nacional, Corrientes consideró esta situación como una violación a un derecho
reconocido de manera constitucional; en efecto, en su Constitución de 1864, la
provincia de Corrientes ya había incluido como propio el territorio de Misiones
y había fijado sus límites de la siguiente manera:
a Sud, el Ríos Guayquiraró, en su
desagüe al Río Paraná; y el Arroyo Mocoretá, en el
desagüe al Ríos Uruguay; al Este, el Ríos Uruguay; al Norte, el Río Paraná
hasta el Pepirí Guazú y San Antonio Guazú; y al Oeste, el mismo Río Paraná, y
todas las demás tierras en cuya posesión se halla, sin perjuicio de lo que
resolviere el Congreso Nacional, en uso de la atribución que le confiere el
artículo. 6º inciso 14 de la Constitución de la República. (Constitución de la
Provincia de Corrientes, 1864, art. 2.º).
En 1870 y 1877 fueron creados los
departamentos de Candelaria y San Javier, respectivamente; en ellos, el Gobierno
de Corrientes adoptó medidas tendientes a la preservación de los yerbales
naturales, el trazado de caminos y el nombramiento de autoridades (Poenitz,
2013).
Mapa 1
Departamentos Candelaria y San Javier, creados en 1870 y 1877
Fuente:
Stefañuk (1995, p. 190).
Políticamente, la problemática de las tierras
nacionales puede ser considerada una de las facetas que tuvo el conflicto entre
el Estado nacional y las provincias autónomas, «disidencia centrada en sostener la dispersión
de la soberanía en múltiples entidades independientes o su concentración en un
gobierno centralizado y dotado de amplias facultades» (Ruffini, 2007, p. 30). Así, por ejemplo, la cuestión
de Misiones representó una disputa a nivel nacional entre los partidos
autonomistas y nacionalistas, que fue pensada «como una estrategia para reforzar las
posiciones de unos y otros en la contienda electoral», temerosos en ambos casos de a quién podría
beneficiar la resolución de la situación conflictiva (Bressan, 2017, pp.
80-81).
Si bien se planteó la federalización de
Misiones como una reacción del Gobierno central ante la postura de Corrientes[3] y su apoyo a la
rebelión encabezada por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, el
abogado Carlos Tejedor[4], esta integró un «programa de largo plazo que buscaba extender
el control y la administración del orden nacional a todos los territorios considerados
marginales»
(Bressan, 2017, p. 81).
Entre 1872 y 1881 fueron sancionadas las leyes
576, 947 y 1149 para la organización de las gobernaciones del Chaco, la
Patagonia y Misiones, respectivamente. En efecto, en el mensaje emitido por el
Presidente de la Nación, Julio Argentino Roca, en julio de 1881, este
enfatizaba la necesidad de incluir bajo la égida del Estado nacional, a través
de la federalización, seis territorios: «Territorio
del Pilcomayo, el Territorio del Bermejo, el Territorio del Gran Chaco, el
Territorio de las Misiones, el Territorio de Las Pampas y el Territorio de Río
Negro»; entre ellos, suscitó atención especial el caso de Misiones, puesto que
este, «bajo
la indebida apropiación de Corrientes, se había subsumido en el atraso y el
aislamiento»
(Mensaje de Roca en La Tribuna, 1881, citado por Bressan, 2017, pp. 81 y
85).
Durante esta etapa, conscientes de la
creciente importancia de la yerba mate como principal recurso con que contaba
Misiones, la administración correntina decidió preservar los yerbales naturales
presentes en el territorio, y con tal objeto sancionó el 20 de noviembre de
1876 el Reglamento para los Yerbales. Aunque este previó la conservación de dicho
recurso con la regulación de podas por sectores, también estipuló la prohibición tanto de instalar viviendas
permanentes en los montes, como de hacer cultivos con el objetivo de «mantener baldías las
tierras del fisco» (Bolsi, 1986, p. 45).
La difusión del proyecto de ley de creación
del Territorio Nacional generó una fuerte oposición del Gobierno de Corrientes
pues, de aprobarse, ello implicaba la pérdida del usufructo de los recursos
misioneros. En
junio de 1881, y ante la inevitabilidad de
la federalización de Misiones, los dirigentes correntinos autorizaron una
rápida venta de tierras en fracciones de 25 leguas cuadradas. Fueron «vendidos»
sobre las márgenes de los ríos Paraná y Uruguay casi dos tercios del territorio,
y entre los grandes propietarios sobresalieron el exgobernador de Corrientes,
Antonio B. Gallino, y Rudecindo Roca, hermano del entonces presidente del país,
Julio A. Roca (Larguía, 2006, pp. 106-108).
Ante esta situación,
el entonces gobernador del Territorio Nacional, Juan Balestra, en su informe
sobre tierra pública y colonización elevado ante el Ministerio del Interior en
el año 1894, reconocía que:
El propósito que se confesaba descaradamente por el
gobierno de Corrientes era el de entregar a la nación tan sólo la jurisdicción,
pero no la propiedad del territorio; y a tal extremo se llegó, que en la misma
ley, por el art. 6º se destina el producto de la venta al pago de los auxilios
prestados y perjuicios ocasionados en 1878 por la defensa de las instituciones
de la provincia, la que en buen romance importaba un reparto de dinero o de
tierras, entre los amigos políticos de 1881 [...]. (Balestra, 1894).
Ante la «temida» federalización,
el Gobierno de Corrientes decidió la división del territorio en dos partes: el
sur hasta Corpus y San Javier (Bajas Misiones) fue «ofertado» y adquirido por
los mismos representantes del Gobierno correntino y dio lugar a la conformación
de grandes latifundios. Las tierras al norte de Corpus y San Javier (Altas
Misiones) fueron ofrecidas para la creación de colonias agrícolas, y se permitió
incluso la explotación de los yerbales nativos anteriormente protegidos por el
Reglamento de Yerbales de 1876 (Bartolomé, 1982). La legislatura correntina
autorizó, pues, la enajenación de las tierras pertenecientes a los
departamentos Candelaria y San Javier (que, como vemos en el mapa 2, incluía
aún el territorio sometido más tarde al laudo Cleveland), bajo el argumento de
que la provincia tenía cuentas pendientes con el Gobierno nacional[5].
El mensaje enviado por el
Gobierno nacional al Congreso en defensa de la creación del Territorio Nacional
de Misiones evidenció también la irregularidad del procedimiento de Corrientes
en la venta de tierras fiscales en Misiones (Berrondo Guiñazu, 1947). Al hacerse efectiva la federalización de Misiones
por Ley 1149 del 18 de diciembre de 1881, de esta manera, prácticamente dos
tercios de sus tierras ya habían sido acaparadas por pocas personas; «no se vendió más, porque se creyó que no había más
tierras; no hubo tiempo de mensurar, antes de llevar a cabo este despojo que se
hacía al patrimonio nacional» (Barreyro, 1919, p. 9). Entre los compradores sobresalieron
personajes muy
vinculados a la política del país y a los círculos políticos de la provincia de
Corrientes: entre ellos, podemos mencionar a Rudecindo Roca –designado como
primer gobernador del Territorio Nacional, y hermano del entonces presidente
del país, Julio Argentino Roca– con 265.180 hectáreas; y el gobernador de
Corrientes, Antonio B. Gallino –designado tras la destitución de Felipe Cabral,
perteneciente al partido liberal aliado a Carlos Tejedor–, con 191.990 hectáreas.
La inexactitud acerca de las proporciones reales de
Misiones[6]
llevó a que las tierras situadas en el centro del territorio (las diferencias
de extensión son expuestas en los mapas 2 y 3) no fueran vendidas, y que fueran
estos los focos principales de asentamiento de las colonias organizadas desde
el fisco. Las «ventas» fueron efectuadas en fracciones en 25 leguas cuadradas sin ninguna mensura previa, a
un precio que oscilaba entre $ 500 y $ 1.500[7]
por legua cuadrada (aproximadamente 2.500 hectáreas), pagados al contado o en
cuotas (Larguía, 2006, pp. 105-106).
Mapa 2
Venta de tierras efectuada por
la provincia de Corrientes ante la federalización

Fuente: Eidt (1971, p. 74).
Para diciembre de
1881, por Ley 1149 emitida emitida por el Congreso de la Nación, «la Provincia de
Corrientes retiraba sus autoridades del territorio litigioso y adyacencias, y
el Gobierno Argentino nombraba Gobernador del mismo, al Coronel Don Rudecindo
Roca, el cual tomó posesión nacional de las Misiones en seguida, al frente del
batallón 3° de infantería de línea» (Zeballos[8],
1894, p. 90).
La creación del Territorio Nacional de Misiones supondría,
pues, que esa porción de territorio pasaría a estar bajo dominio nacional, y de
ese modo se daría solución al problema de
límites que se mantenía con la provincia de Corrientes. Poco después, fue
sancionada la Ley 1532 del 16 de octubre
de 1884 para la organización de los Territorios Nacionales: esta disponía que
la designación de los gobernadores de los recientemente creados Territorios
Nacionales del país estaría a cargo del Poder Ejecutivo nacional con acuerdo
del Senado, y que estos durarían tres años en sus cargos, con posibilidad de
ser designados por otro período igual.
Tras el paso de Misiones a jurisdicción del Estado
nacional, quedó pendiente aún la cuestión limítrofe con Brasil. Tras la Guerra
de la Triple Alianza, fueron en aumento las tensiones entre Brasil y Argentina
por una franja de 30.000 kilómetros cuadrados situados al noreste de Misiones.
En 1895[9],
el laudo Cleveland puso fin al litigio por esas tierras y trazó definitivamente
los límites entre Brasil y Misiones, lo que resultó favorable a los intereses
brasileños.
Mapa
3
Venta
de tierras con correcciones tras el laudo Cleveland
Fuente: Eidt (1971, p. 76).
2. Los inicios del poblamiento de un
territorio «desierto»
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la formación
asentamientos poblacionales estables se vio perjudicada por los reglamentos de
los años 1864 y 1876, que fueron los que dieron base legal a la explotación
yerbatera. Según el primero de ellos, las comitivas debían solicitar
autorización al receptor de San Javier para efectuar la poda, y la explotación
de cada fracción se llevaría a cabo cada cuatro años como medio de
preservación. El reglamento de 1876 dividió los yerbales en cuatro secciones, y
cada año en una de ellas se llevaban a cabo las tareas de poda –es decir,
continuó regulando la poda cada cuatro años, como la anterior legislación–; sin
embargo, estipuló también la prohibición tanto de instalar viviendas
permanentes en los montes como de hacer cultivos con el objetivo de «mantener baldías las
tierras del fisco» (Bolsi, 1986, p. 45).
Si bien durante los años de dominio
correntino se registraron varios intentos para la implementación de una
política de poblamiento de Misiones, fue recién tras la federalización y
definitiva delimitación del territorio misionero que esta comenzó a tomar forma.
Con la creación del
Territorio Nacional de Misiones, el Estado nacional promovió el poblamiento del
espacio a partir de la colonización con europeos[10].
Sin embargo, la conformación de latifundios que sobrevino a la
federalización representó un obstáculo en la
fundación de colonias agrícolas y condicionó el inicio del proceso colonizador
(Hernández, 1887, p. 147). En este sentido, el agrimensor Juan Queirel[11]
señaló como mecanismo para llevar el progreso a Misiones la erradicación de los
latifundios –que «le pesan y pesarán por mucho tiempo, como el plomo» (Queirel, 1897, p. 365)– y la instalación en dichas
tierras de colonos europeos «a quienes los grandes propietarios cedieran un 50%
de sus tierras» (Queirel, 1897, p. 45).
El Gobierno del
Territorio Nacional activó una política tendiente a la colonización en aquellas
tierras que sobrevivieron al proceso de privatización de 1881 como consecuencia
del «desconocimiento» de la real extensión de Misiones (Barreyro, 1919, p. 9) (mapa 4). Estas se hallaban ubicadas en la zona de las sierras centrales y en el sur del
territorio y fue donde se establecieron posteriormente las colonias nacionales.
Al mismo tiempo, para el año 1894, debido a la
falta de mensuras en gran parte de las tierras vendidas, el Gobierno nacional
logró dejar sin efecto algunas de las enajenaciones realizadas por Corrientes,
las cuales se convirtieron en los focos de
asentamiento de los primeros grupos de inmigrantes europeos que llegaron al
territorio misionero.
Como consecuencia de
este impulso colonizador estatal[12],
en 1883 Santa Ana y
Candelaria fueron mensuradas por Rafael Hernández; sin embargo, la colonización oficial cobró más fuerza con la
refundación de antiguas colonias jesuíticas, pues estas tierras no habían sido
consideradas para la venta en 1881. De este modo, Apóstoles fue fundada en el
año 1897 y recibió a inmigrantes polacos galitzianos[13]
a partir de las promociones realizadas por el entonces gobernador del
Territorio Nacional, Juan José Lanusse. Como territorio fronterizo y
escasamente poblado –la población total, que alcanzaba 33.163 habitantes según
estimaciones del Censo de 1895, estaba compuesta por más de un 50 por ciento de
paraguayos y brasileños–, con las migraciones de polacos se pretendió «garantizar la
integridad territorial» de Misiones en el contexto regional (Porada, 2015,
p. 88).
Mapa 4
Ubicación de las colonias fiscales en Misiones
Fuente: Eidt (1971, p.
188).
En el
resto del espacio misionero, la conformación
de latifundios y la configuración de lo que Roberto Abínzano (1985) designó
como frente extractivo retrasaron los inicios de la colonización. En este escenario, en la región del Alto Paraná –situada
sobre las márgenes del río Paraná, desde el norte del territorio de Misiones
hasta Corpus–, el proceso colonizador surgió después de finalizada la Primera
Guerra Mundial de manos de compañías conformadas con capitales privados[14].
Para 1919, dos fueron los principales proyectos colonizadores: el de Adolfo
Schwelm en Eldorado y el de la Compañía Colonizadora Alto Paraná Culmey y Cía.,
dirigida por Carlos Culmey, en Puerto Rico y Montecarlo. El espacio donde estas
colonias se establecieron fue adquirido de los grandes propietarios
latifundistas una vez que el frente extractivo entró en decadencia a comienzos
del siglo XX. Dentro del territorio misionero, estos fueron los principales
focos de asentamiento de inmigrantes alemanes, alemanes-brasileños (Gallero,
2009) y, después de 1936, suizos (Zang, 2017).
Para el desarrollo del plan colonizador y la explotación
agrícola del Territorio Nacional, el Gobierno nacional previó el arribo y la
instalación de inmigrantes provenientes de Europa, y rechazó la perspectiva de
la colonización con habitantes de origen nacional. Así quedó estipulado ya en
1896 en las Memorias del gobernador Juan José Lanusse, quien consideró «un
error lamentable» proyectar e impulsar el desarrollo agrario del Territorio
Nacional con inmigrantes provenientes de los países limítrofes de Paraguay y
Brasil pues ello no impediría «la perpetuación del atraso y de la rutina en que
languidece aquí la agricultura» (Lanusse, 1898, p. 10). El siguiente esquema
muestra los grupos migratorios mayoritarios de Misiones para el año 1903:
Tabla
1
Colonización
extranjera en Misiones, 1903
País de origen Familias Hectáreas cultivadas Promedio de ha por familia
Polonia 810 6.171 7,6
Brasil 502 2.544 5,1
Paraguay 116 458 3,9
Italia 72 584 8,1
Rusia 70 363 5,2
Alemania 59 322 5,4
España 38 240 6,3
Francia 30 195 6,5
Suecia 15 46 3,1
Oriente 10 54 5,4
Suiza 6 55 9,8
Arabia 2 6 3,2
Dinamarca 1 3 3,0
Inglaterra 1 2 2,0
Grecia 1 3 3,0
Norteamérica 1 5 5,0
Fuente: Eidt (1971, p. 93).
El objetivo
perseguido desde el Estado era el poblamiento de Misiones con inmigrantes
europeos y la consolidación de productivos asentamientos poblacionales. Alfredo
Bolsi (1986, p. 60) señala que «al parecer otra de las particularidades de la acción
oficial estaba relacionada con aquellas normas, implícitas desde luego, que
estimulaban la entrega de la propiedad de la tierra a la población no criolla.
El espíritu de la época [...] contemplaba las ventajas de la tradición agrícola
que incorporaba la colonización europea».
Según Bolsi, esta
política de distribución selectiva de tierras reservadas a inmigrantes fue
agudizándose al punto de que, para comienzos de la década de 1920, más del 80
por ciento de los lotes fueron otorgadas a no criollos[15].
De esta manera, las colonias surgidas durante la década de 1920 tuvieron el
principal aporte poblacional con inmigrantes de origen europeo y sus
descendientes.
Con la sobreexplotación de los principales recursos de
Misiones –además de la yerba mate nativa, era muy importante la extracción de
maderas de ley[16]–,
la preocupación estuvo puesta en poner a producir las tierras, y la yerba mate cumplió
un rol destacado en este sentido. De este modo, el proceso colonizador y el surgimiento de colonias
agrícolas en el recientemente creado Territorio Nacional no pueden ser entendidos
al margen del desarrollo de este producto. En efecto, durante la etapa del
frente extractivo, para facilitar las labores de cosecha de los yerbales
nativos de gran porte[17],
los árboles fueron sometidos «a una tala desordenada en todo tiempo y lugar» y, de este modo, «fue desenvolviéndose
lenta pero inexorablemente el proceso de su destrucción» (Daumas, 1930, p.
6).
A finales del siglo
XIX, el deterioro de los yerbales era tal que lograr su reproducción se
convirtió en una preocupación de las élites gobernantes, y así lo expresó el
presidente Julio Argentino Roca en una carta dirigida al suizo Julio Ulyses
Martin –según el Dr. Machón (1926), «nadie contribuyó más que él al
desarrollo de Misiones»–, quien estaba en
Paraguay[18] enfrascado en recuperar la práctica ya desarrollada
por los jesuitas para la obtención de plantas por medio de la siembra: «Usted, señor Martin, se propone hacer en el Paraguay lo
que nosotros necesitamos hacer aquí. Hace mucho tiempo pienso en este asunto. [...]
si usted realmente comprende este problema, plante yerba mate en nuestro país y
haga sus plantaciones en nuestras colonias en Misiones» (Martin y Cía. Limitada
Sociedad Anónima, 2004, p. 48).
Hacia 1902, Martin inició las plantaciones de
yerbales a escala comercial en San Ignacio, Misiones, donde tenía sus tierras.
Al frente de sus plantaciones «en gran escala» puso a Pablo Allain –ingeniero
agrónomo suizo recibido en Montpellier y yerno del gobernador del Territorio
Nacional Juan José Lanusse entre 1896 y 1905–, quien también efectuó
plantaciones en dicho lugar a pedido del establecimiento La Plantadora S. A.[19].
Hasta 1912 no se
registraron fuertes oposiciones de los yerbateros provenientes de Brasil –cuyo
producto era el principal competidor con el de origen nacional–, por la «falta de fe» en el progreso de
las plantaciones argentinas (Daumas, 1930). Sin embargo, para 1915, la
producción nacional comenzó a tener relevancia y es posible equipararla a la de
extracción de los árboles naturales; a partir de ese momento, comenzó a ser una
preocupación por la competencia que ello representaría para el principal país
exportador de yerba mate en la región: Brasil. Sin embargo,
Poderosas razones de índole política y estratégica
incitan también al fomento de la plantación argentina. Pequeño trozo lejano de
la patria, enclavado entre dos potencias extranjeras: Misiones, desprovisto de
rápidos medios de comunicación, exige ser poblado, y el medio más activo de
atraer la inmigración es brindándole los recursos a los que aspira. El cultivo
más adecuado al clima del territorio y al suelo es, sin la menor duda, la yerba
mate. (Daumas, 1930, p. 6)
La paulatina sustitución de la yerba silvestre
por la obtenida a partir de los yerbales implantados no solo alteró las cifras
de procedencia del producto, sino que también inició un proceso tendiente a
potenciar el poblamiento de las tierras misioneras con el asentamiento de
colonos para que realicen las plantaciones. De este modo, la práctica de la
siembra y la posterior consolidación de yerbales implantados se convirtieron en
un factor clave tanto en la instalación de inmigrantes como en la orientación
de sus actividades económicas y se le considera en este marco temporal como el
cultivo poblador por excelencia. De este modo, «era evidente» –señalan Ladislao
Ziman y Alfonso Scherer– «que el futuro de
Misiones estaba no ya en los yerbales vírgenes con señales de agotamiento, sino
en la yerba de cultivo» (1976, p. 32).
Hacia 1919, por
ejemplo, los yerbales cultivados estaban todavía acaparados por cuatro o cinco
grandes firmas, entre las que pueden ser mencionadas el establecimiento «Santa
Inés» del español Pedro Núñez con 800 hectáreas en Posadas; el establecimiento «La
María Antonia» de la familia Herrera Vegas, la firma de Jules Ulyses Martin con
650 hectáreas y la «Plantadora de Yerba S. A.» de Pablo Allain con 577
hectáreas, todas ellas situadas en San Ignacio. Por su parte, los pequeños
productores de todo el Territorio Nacional sumaban en conjunto solamente 1.000
hectáreas (Larguía, 2006, p. 131). Esta proporción se fue invirtiendo una vez
que cobró mayor fuerza el proceso colonizador: en los lugares donde fueron
trazadas las colonias estatales –Bonpland, Corpus, Yerbal Viejo, San José, San
Javier, Apóstoles–, las explotaciones eran más pequeñas; mientras que en los
departamentos de Santa Ana y, sobre todo, San Ignacio se hallaban las
explotaciones de mayor tamaño del Territorio Nacional.
La política de
concesión de tierras desde el Estado otorgaba a los inmigrantes que venían con
fines de ser agricultores importantes facilidades para consolidarse como
medianos propietarios –entre ellas, rebajas en los precios de las tierras y
posibilidad de pagarlas en cuotas–, aunque como requisito se les obligó a
plantar un determinado porcentaje de sus chacras con yerba. De ese modo, a
partir de 1926, por decreto del presidente de la nación Marcelo T. Alvear, la
Dirección Nacional de Tierras estableció «como condición para la adjudicación de lotes en
Misiones la obligación de residir en la explotación e implantar entre un 25 y
50% de la superficie con yerbales» a partir de dos años de transcurrida la entrega del
título (Rau, 2012, pp. 79 y 64). Esta normativa, sin embargo, solo rigió para
la colonización estatal del Territorio Nacional, no así para la privada, aunque
ello no significó que quienes no tenían la obligación no realizaran el cultivo
de yerba mate.
3. Conclusiones
El proceso de colonización de Misiones no puede ser
entendido sin considerar a la yerba mate como cultivo poblador, tanto si partimos
de las políticas tendientes a lograr la conservación de los yerbales nativos en
la segunda mitad del siglo XIX, como de la difusión de los yerbales implantados
a comienzos del siglo XX. El control de la explotación de este recurso ocasionó
fuertes disputas entre los Estados fronterizos y las provincias vecinas a
Misiones. En efecto, este espacio fronterizo fue durante la mayor parte del
siglo XIX un territorio de gran inestabilidad política y administrativa; las incursiones de Paraguay sobre el departamento de
Candelaria y la guerra contra el Imperio de Brasil entre 1825 y 1826 provocaron
su paulatino despoblamiento y la dispersión de sus habitantes. En este
contexto, después de un breve y poco efectivo protectorado llevado a cabo por
la provincia de Santa Fe (1822), entre 1832 y 1880 Misiones fue disuelta de
hecho y de derecho al pasar a estar bajo la jurisdicción de Corrientes. Ante esta
situación, el Gobierno de Corrientes dispuso la disolución de Misiones como
territorio autónomo y la incorporó a sus dependencias a partir de 1832.
Un quiebre en esta situación fue generado a
partir de la Guerra de la Triple Alianza. En efecto, las constantes irrupciones
de tropas de distintos bandos por el territorio de Misiones y el
fortalecimiento de actividades mercantiles para la provisión de los ejércitos
permitieron un mayor conocimiento acerca de los recursos de que disponía este espacio.
Finalizado el conflicto, el interés del Gobierno nacional en Misiones fue en aumento
y desembocó en la federalización del territorio en diciembre de 1881. Sin
embargo, la provincia de Corrientes –consciente de que con la creación del Territorio
Nacional de Misiones perdería el usufructo que efectuaba en las tierras
misioneras–, en junio de 1881 autorizó
una rápida venta de las tierras misioneras en grandes fracciones de 25 leguas
cuadradas, con lo que grandes áreas quedaron bajo el dominio de las familias
más ricas vinculadas a los círculos de poder correntino y nacional.
Con la creación del Territorio Nacional surgieron, pues,
grandes latifundios que condicionaron la implementación de una política de
poblamiento de Misiones; en efecto, los focos de asentamiento de los primeros
colonos europeos fueron, precisamente, las tierras que no fueron objeto de la
venta de 1881. Dos fueron las vías principales para el poblamiento de Misiones:
la primera de ellas, a cargo del Estado a partir de la colonización oficial; y
la segunda, impulsada por compañías privadas de colonización. Mientras que la
primera tuvo como epicentro el sur y centro del Territorio en los espacios que
no fueron vendidos por Corrientes, la segunda se concretó en el Alto Paraná
tras la decadencia del frente extractivo.
Al mismo tiempo, hacia finales del siglo XIX, la
sobreexplotación de yerba mate nativa llevó al declive de su producción; en
este contexto, fue evidente la necesidad de lograr la recuperación de la
práctica perdida con la expulsión de los padres jesuitas, de la reproducción de
las plantas por medio de la siembra. En 1902, el inmigrante suizo Julio Ulyses
Martin junto con el ingeniero agrónomo Pablo Allain lograron reproducir la
yerba mate por medio de la siembra; este hecho fue crucial tanto para la
historia de Misiones como para su poblamiento: por un lado, la materia prima
proveniente de los yerbales de cultivo fue paulatinamente sustituyendo en
importancia a la que provenía del monte y, por otro lado, debido a la creciente
rentabilidad del cultivo yerbatero, este se convirtió en uno de los mayores
atractivos para los inmigrantes que querían radicarse en Misiones.
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[1] Cuando
hablamos de región, lo hacemos «en principio [...] de un espacio que es
discriminado por los investigadores de acuerdo con su objetivo o interés, pero
que también ha sido construido por quienes habitan ese espacio» (Miño Grijalva,
2002, p. 871). «Existen entonces –diría Chiaramonte (2008, p. 27)– tantos sistemas
regionales como problemas dignos de ser estudiados».
[2] Ocupó el cargo de Director
Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata del 31 de enero de 1814 al
9 de enero de 1815.
[3] Con la
derrota de Tejedor, los gobernantes correntinos fueron reemplazados desde
Buenos Aires por Antonio B. Gallino del partido autonomista, afín al Gobierno
recientemente conformado por Julio Argentino Roca (Larguía, 2006, p. 108).
[4]
En 1879, dos contendientes –Julio Argentino Roca y Carlos Tejedor– se
disputaban la sucesión de Nicolás Avellaneda en la presidencia de la Nación,
cada uno con un proyecto político distinto. La federalización de Buenos Aires
–cuestión ya establecida en el art. 3.º de la Constitución de la Nación
Argentina sancionada en 1853 y retrasada hasta 1879–, marcó el camino hacia una
fuerte centralización de los poderes del Estado nacional centralizado,
menoscabando los poderes provinciales y modificando «significativamente las
pautas de relación existentes y erosionando, en alguna medida, los principios
republicanos» (Ruffini, 2007, p. 30).
[5]
La deuda de la provincia estaba en bonos, y estos se encontraban en manos de
capitalistas que concentraron luego grandes propiedades de tierras del
territorio de Misiones, como, por ejemplo, Gregorio Lezama (Larguía, 2006, pp.
104-105).
[6] Stefañuk señala que esta situación
puede ser atribuida al hecho de que, para la confección de la cartografía de la
época, «se basaban en datos de los yerbateros y personas más o menos
conocedoras de la región, que apreciaban a ojo las distancias» (Stefañuk, 1995,
p. 98).
[7] Para
comienzos del siglo XX, en la pampa argentina una hectárea de tierra era
vendida por entre $ 15,15 y $ 30, y los precios estaban en contante aumento
(Barsky & Gelman, 2009). Si consideramos estos datos, el precio de la venta
de tierras en Misiones fue muy bajo, más aún si tomamos en cuenta que en ellas había
una alta presencia de árboles nativos de gran porte cuya venta dejaba
importantes ingresos. Por otro lado, en la región pampeana, el precio de la
tierra fue en progresivo aumento, valor que
estuvo apoyado, por un lado, en el aumento de la demanda debido al incremento
de mano de obra extranjera y argentina, y, por otro lado, por la perspectiva
favorable que ofreció el mercado internacional a los cereales y por la
modernización de los medios de transportes en la pampa (Gorostegui de Torres,
1998).
[8] Estanislao
Zeballos fue nombrado en 1889 ministro de Relaciones Exteriores por el
presidente Juárez Celman, cargo al que renunció en 1890. Sobre la cuestión de
límites entre Brasil y Argentina, en 1894 publicó Alegato de la República
Argentina sobre la cuestión de límites con el Brasil en el territorio de
Misiones, sometida al presidente de los Estados Unidos de acuerdo con el
tratado de arbitraje de 7 de setiembre de 1889. Si bien no estuvo en el
cargo de ministro de Relaciones Exteriores y Culto en el momento del laudo
Cleveland, fue el principal artífice del Tratado de Montevideo como forma de
finalizar el litigio.
[9] Cinco años antes de llegar a la
apelación de un arbitraje internacional, se publicó el Tratado de Montevideo
por el cual el territorio disputado era repartido en partes iguales por
Argentina y Brasil; este último, sin embargo, no reconoció la nueva demarcación
–denominada por los nombres de los negociantes “línea
Zeballos-Bocayuva” – debiendo en consecuencia solicitar la intervención
de un árbitro para poner fin al conflicto siendo designado para tal función
Stephen Glover Cleveland, presidente de los Estados Unidos.
[10] En
efecto, desde «la perspectiva oficial» se manejó la idea de Misiones como un «espacio
vacío» y un ámbito propicio para «malvivientes», fugitivos de la ley, habitado
por indios «salvajes», representación que legitimaba la ocupación por parte de
un «proyecto civilizador y modernizante» (Alcaráz, 2009, p. 22).
[11] Nació en la provincia de Corrientes
en el año 1849 y murió en ejercicio de sus trabajos de agrimensor en la región
chaqueña en 1907. Fue corresponsal viajero del Instituto Geográfico Argentino y
miembro titular de la Societé de Geographie de París. Trabajó en las mensuras
de las tierras de Misiones desde mediados de la década de 1880 –en 1885 arribó
para realizar los trabajos de demarcación de la propiedad de José Comas entre
los arroyos Piray Guazú y Piray Miní– hasta 1897 (Alcaráz, 2009, p. 160).
[12] Las
políticas estatales no fueron uniformes en su preocupación por el poblamiento
de ese espacio: «el territorio de Misiones se ha
poblado poco en comparación con otras gobernaciones nacionales, desde su
federalización», señalaba en 1919 el gobernador
Barreyro en un informe presentado al Poder Ejecutivo nacional; este «franco
estancamiento demográfico» fue
atribuido por el funcionario «pura y
exclusivamente al condenable olvido en que lo han mantenido los poderes
públicos» (Barreyro, 1919, p. 8).
[13] La comunidad polaca en Argentina es
una de las más numerosas de toda América Latina. En Misiones, los campesinos
polacos «llegaban atraídos por los beneficios que las autoridades otorgaban a
los colonos» (Porada 2015: 14) en un contexto de fuerte precarización de los
campos de sus comunidades de origen.
[14] La particularidad de esta
colonización según María Cecilia Gallero (2008: 65) «estuvo dada en que los
colonizadores privados administraban las tierras que compraron y no gerenciaban
la tierra pública como establecía la legislación oficial”.
[15] La
situación no tuvo grandes variantes durante las siguientes décadas del siglo XX,
y en ese sentido, según los datos de una encuesta realizada a comienzos de la
década de 1970, de 1.200 casos tomados, «el 71,3% de
los productores propietarios de Misiones son de origen o ascendencia “europea
o euro-americana”», mientras que el «92% de los
asalariados rurales [...] corresponden a la categoría de “americano o argentino
indiferenciado»; es decir, según Víctor Rau (2012,
p. 72), hay una coincidencia entre las formas de inserción ocupacional y la
ascendencia étnica que se perpetuó en el tiempo.
[16] Transmitido desde Brasil a Argentina
hacia mediados del siglo XIX, el concepto fue acuñado por el emperador Pedro I
para reglamentar el corte de especies de árboles muy valoradas como el cedro (Cedrea
fissilis), el incienso (Myrocarpus frondosus), el lapacho (Tabeduia
ipe) y el loro negro o petiribí (Cordia trichotoma) (Arenhardt,
2005).
[17] Según Daumas (1930), los
yerbales naturales de Misiones superaban los 18 y 20 metros de altura.
[18] En Paraguay, tomó conocimiento de
los resultados favorables que obtuvo un inmigrante de origen alemán –Federico
Neuman– con la siembra de yerba mate, práctica que hasta ese entonces se había
tenido por perdida tras la expulsión de los padres jesuitas en 1776. Según
señalara el Dr. Machón en un artículo publicado en la Gazette de Lausanne
el domingo 13 de junio de 1926, el Sr. Neuman estaba convencido de que «el
faisán de los bosques o “Jam” era el huésped intermediario indispensable en la
germinación del grano de Ilex» (Machón, 1926).
[19] En 1910, se formó la Sociedad
Anónima «La Plantadora de Yerba Mate» mediante el impulso de Pablo Allain. En
los años siguientes, las tierras de esta empresa junto con las de Julio Ulyses
Martin fueron las plantaciones de yerba mate más grandes de San Ignacio.